domingo, 19 de septiembre de 2010
hurt
lunes, 13 de septiembre de 2010
Olvidar
Hay cosas que no se perdonan, traiciones que jamás se olvidan, heridas que por más que uno trate no cierran jamás. Hace unos años vi eterno resplandor de una mente sin recuerdos, la película se centra en dos personas (Joel y Clementine) que por “diferencias irreconciliables” deciden borrar los recuerdos que tienen del otro. La primera vez que la vi no me gusto, me pareció una estupidez, ¿Por qué alguien querría borrar los recuerdos que tiene de otra persona?. Hoy sin embargo no hay cosa que desee o necesite más que borrar recuerdos. Sonara estúpido (desde otra perspectiva a mi me lo sonaría), caprichoso, infantil y hasta quizás trillado, pero realmente hoy necesito de esa máquina que borra recuerdos.
Ingenuamente, quizás, tengo la sensación de que sin recuerdos todo sería más fácil, sin recuerdos no hay pesadillas, angustias, no hay añoranza ni conocimiento alguno sobre eso que antes me hacia feliz y ahora me desgarra. La falta de recuerdos me dejaría en el mismo lugar en el que comencé este viaje, me dejaría igual que si nunca hubieras pasado, quizás menos sabia, pero más entera, menos curtida por la vida, pero con más llena de ganas de seguir. Posiblemente eliminarte de mis recuerdos borre momentos llenos de felicidad, momentos de amor puro y verdadero, pero también borraría el hecho de que “para siempre” fue demasiado para nosotros, borraría cada herida y cicatriz. Si, es verdad que me da pena suprimir recuerdos felices, el primer beso, ese 1 de Enero maravilloso, las risas, la complicidad… pero ¿Qué más da? Si no recuerdo haber sido así de feliz no voy a sufrir la falta de esa felicidad, no te voy a seguir velando en vida y matándome de a poco.
Tal vez, por esta vez, y solo por esta vez podría permitirme soñar un rato con que nunca exististe, podría intentar llenarme de paz, de fingida alegría, calzarme la mascara que con manos expertas rompiste y volver a bajar las barreras que supiste surcar, revocar los muros que resquebrajaste para volver a ser la mujer que conociste, esa que jugaba a ser fría, esa que evidentemente nunca debí dejar de ser.
jueves, 9 de septiembre de 2010
En Sepia
¿Nunca te paso que sentiste que nada tiene sentido? ¿Que de repente un día te despertas y ves que todo está lleno de nada? Todo está simplemente vacio. Es curioso, porque sabes que hasta hace poco esa manzana que ves sobre la mesa era de un rojo intenso, y esa foto que ahora yace dada vuelta sobre la mesa o dentro de algún libro olvidado apropósito antes te robaba suspiros, te llenaba de esperanzas. Pero hoy ya no es igual, hoy vos sos disímil, tu vida, la mirada que tenes sobre las cosas. Hoy una canción te llena los ojos de lágrimas, un lugar que antes te daba esperanzas te llena de desolación, una palabra, un regalo, una mirada, un color, cualquiera de ellos te llena de angustias injustificadas, de recuerdos en sepia. Es que no hay nada mejor para remarcar un recuerdo preciado y triste que los sepia, el sepia es esa mezcla de clásico y melancólico, y cuando sentís que la vida sabe a nada es porque indefectiblemente estas en sepia. A veces creo que no hay nada peor que estar en sepia, estar vacio, sentir la nada en sus anchas.
Por algún motivo la gente cree que sentir “nada” es como estar anestesiado, pero no, están equivocados, demasiado quizás. Sentir nada es ausencia de alegría, de amor, de pasión, ausencia de todo eso que da razones y solo tener un lienzo en blanco, un alma en blanco. Sin colores, a veces ni siquiera sepias.